Sobre el contenido de este blog

*todas las ilustraciones han sido editadas a partir de fotos halladas en la red.

*la historia es propiedad de la autora del blog y no puede ser reproducida



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lunes, 20 de octubre de 2014

Capítulo 50: De la pureza y los niños

Lady siempre entendió que la infancia resulta ser el estado del ser humano en el que más pura se lleva aún el alma y por consiguiente, más cercana nuestra predisposición natural para conectarnos íntimamente con lo que entendemos como la Creación. En esa etapa la indefensión, la falta de maldad consciente del ser humano es total y por lo tanto, ella asume como prioritaria la protección de los más pequeños.

De ahí que atentar contra un niño resulta ser la más grave de las afrentas a la dignidad de las personas, algo despreciable que ciertas lacras humanas suelen cometer sin ningún tipo de reparos ni miramientos. 
En ese sentido, los cobardes no tienen consideración en seleccionar a sus víctimas y, ante la falta de reflejos y capacidad para defenderse de los más pequeños, los desgraciados se sienten más fuertes e impunes.
De ahí que Lady demuestre sin tapujos mayor ensañamiento contra quienes atentan contra alguno o muchos de esos niños, vulnerando tanto su dignidad como su seguridad o integridad física. No reconoce atenuantes para actuar en consecuencia. El maltrato y la violencia contra la infancia es algo que no puede tolerar y el castigo que ella impone contra quienes lo vulneran resulta ser impiadoso y sin medias tintas.
Ella piensa que en el camino de la superación espiritual -ese para cuyo logro no alcanza a veces el transcurso de una vida- la meta de todo individuo que busca la sabiduría es retornar al grado de pureza que ya tenía antes de nacer, que aún conserva latente en los primeros años de infancia y que luego pierde bajo el condicionamiento que la sociedad nos va imponiendo.

El propósito de ese crecimiento interior resulta ser entonces el reencontrarse con nuestro verdadero niño interior que sobrevive –o no- debajo de todas las gruesas capas que nos vamos construyendo para protegernos a lo largo de nuestra vida.


Ella, que ha visto y padecido tanto, que ha logrado hacer el camino de superación en forma distinta al del resto de los mortales, ante la pura inocencia de un niño aún logra conmoverse profundamente, y el hecho de poder seguir sintiendo esas emociones la acerca mucho más –al menos por un momento- hacia esa noción de humanidad que tantas veces ha creído perdida.


sábado, 18 de octubre de 2014

Capítulo 49: Elucubraciones e interrogantes

Desde el punto de vista de quien contempla la historia de la humanidad reconociendo la paradoja de no sentirse regida por los vaivenes de la fragilidad colectiva de sus congéneres, Lady puede abstraerse del condicionamiento emotivo que implica observar la trayectoria de nuestra especie desde la incómoda situación de quien resulta ser juez y parte de lo que observa. De ahí que llegue a interpretar con claridad la absurda actitud humana de pretendida superioridad sobre el resto de los vivientes.


A lo largo de los siglos de su evolución se ha topado con muchos ejemplos de dicha estrechez mental, llegando algunos al límite de considerar a la raza humana como el ombligo del universo, desde donde todo se centra y en cuya escala todo ha sido diseñado.


En muchos casos esta manera de pensar no se asume abiertamente, se disimula y se pule para no mostrarla ante los demás, pero aunque no se la reconozca conscientemente, está latente, subyaciendo detrás de la filosofía que se esgrime como incuestionable y sobre la que se ejecuta todo su accionar.


Están los necios que se dicen amantes de la Naturaleza y en cambio la consideran sólo como un marco patrón en donde justificar sus propias acciones. No les cabe en su mentalidad el hecho de apenas ser un minúsculo integrante más de una gigantesca complejidad que escapa a nuestras mentes y corazones.
Considerando la eternidad del Todo, la majestuosidad y la inconmensurable escala dentro de la cual todo el Universo se equilibra y sostiene, Lady sabe que la existencia de la humanidad es apenas un pequeño e inadvertido incidente dentro del continuo devenir del ciclo vital de sistemas y planetas.


Así como la Tierra en un momento determinado surgió, en otro preciso momento, también desaparecerá… y es cuando se deja llevar por esos pensamientos que la serenidad de Lady entra en crisis, ya que sabe que su extraordinaria cualidad de ser inmortal –cualidad que halló sin proponérselo- resulta incompatible con la caducidad propia de todo el resto de los seres vivientes que habitan este planeta condenado –como todos- un día a desaparecer.


Lady siente que en ese contexto su presencia está desubicada, se siente incorrectamente elevada a un sitial de eternidad que ni quiso ni comprende. Jamás buscó trascender al punto de eximirse de cruzar el umbral de la muerte. Sin quererlo fue transmutada a una categoría de existencia que la desprendió de su humanidad inicial y la ha puesto al filo de lo que su inteligencia ha alcanzado a conocer.


Más allá del tema de la eterna soledad que la afecta desde hace tiempo, se ha instalado últimamente la inquietud de una nueva incógnita… ¿será en realidad la eternidad su destino? ¿Será que simplemente su cuota de vida se ha elevado a un punto que supera al de la naturaleza humana y por lo tanto un día también morirá? ¿Seguirá por siempre atada su existencia al destino de un planeta que seguramente en un futuro colapsará? ¿Tendrá que buscar en ese entonces otro sitio para subsistir? ¿Le interesará hacerlo?


Esos y tantos otros interrogantes taladran su cerebro al punto de hacerle más de una vez desconcentrar en su tarea cotidiana de combatir el mal y la injusticia. Pese a ello, siempre lo hace bien.

domingo, 12 de octubre de 2014

Capítulo 48: Frente a los hipócritas

Además de la delincuencia violenta o de guante blanco, a Lady la indigna la hipocresía y soberbia de cierta gente.


A la hora de opinar sobre la actitud de otras personas, hay quienes se colocan en un pedestal por sobre el resto de los mortales, asumiendo que ellos no sólo son más dignos sino que además aseguran no haber tenido jamás una falla en cuanto a su comportamiento ético y moral. Aceptan con facilidad las distinciones, creyendo que sin dudas las merecen.


Son rápidos para asumirse como jueces y se creen con derecho a decidir por anticipado y por su cuenta la condena o absolución de quienes quizás no supieron resistir ciertas tentaciones en algún momento de su vida, mostrando flaquezas notorias de carácter, miedos, errores, o alguna que otra postura ridícula opinando livianamente sobre lo que alguna vez creyeron defendible.


Esos personajes, sumamente críticos y arrogantes a la hora de catalogar las debilidades ajenas, disimulan y rebaten sus propias fallas tanto en la intimidad como en público, llegando a negar con vehemencia, indignados y ofendidos cuando quizás, hasta sin maldad, alguien insinúa como genéricas e inevitables las incongruencias humanas.


Con tal de no dar el brazo a torcer, estos individuos engreídos y deshonestos son capaces de negar lo innegable con tal de disimular que, como todos, alguna vez fallaron y se mostraron indecisos y vulnerables. Menosprecian al que se admite débil o diferente, inconstante y contradictorio.


Llegan al colmo de sentirse justificados por esa supuesta ejemplaridad que asumen y sin temores ni complejos se lanzan a juzgar a los demás según sea su propio criterio y estándar de valores, sin siquiera considerar que resultaría igual de legítimo el punto de vista de otra persona en relación a esa actitud tan hipócrita.



Aunque no se traspase el límite del delito, cabe destacar que entre Lady y esos tipos desde siempre ha habido un enfrentamiento personal…una intolerancia manifiesta que en muchas ocasiones ha sido declarada abiertamente con evidente ironía…y hasta cierta procacidad. 


jueves, 2 de octubre de 2014

Capítulo 47: Una lucha sin fin

“El orden y el caos en enfrentamiento perpetuo determinan el equilibrio universal. No puede existir el uno sin el otro”. Así se lo dijo un sabio de una antigua civilización, y desde entonces Lady siente que su lucha contra el mal es una batalla que nunca tendrá fin, y eso, convengamos, la desalienta a veces. Sobre todo cuando ve que la iniquidad parece avanzar a velocidad mayor de lo que lo hace la justicia humana intentando corregirlo.


Con gran pesar comprueba a menudo que el tiempo y el esfuerzo que se emplean para construir una obra son muchos mayores que los que se requieren para destruirla, y esa condición repercute en la semilla del desánimo que se instala en el corazón de la gente de buena voluntad cuando se enfrenta a los poderes de la delincuencia y la corrupción.


Si bien son grandes su astucia y su esfuerzo por adelantarse al paso destructor de los delincuentes, Lady no siempre llega a tiempo para impedir que cometan sus maldades y en muchas ocasiones debe contentarse con castigarlos sólo después que han destruido lo bueno que otros habían levantado.


Lo que desearía hacer es más de lo mucho que en realidad hace. La imposibilidad de prevenir el mal antes de que se concrete lastima su corazón y su ego. Siente su impotencia como algo que debe enmendar y esa insatisfacción con su propio accionar aumenta su ira. Una razón más para ensañarse en el castigo de quienes promueven el daño en el prójimo.


Quisiera poder contar otra vez, con aquel invencible ejército, ese con el que enfrentó, milenios atrás, a los mayores enemigos que la humanidad debió soportar en épocas remotas. Pero sabe que la realidad de esta era es otra y que seguramente la ayuda que aquellos fieles subordinados pudieran brindarle sería también poco fructífera.


Hoy los enemigos se desenvuelven más sutilmente, con argucias antes desconocidas. El poder del mal suele vestirse de traje y corbata y opera sentado cómodamente detrás de escritorios bursátiles y despachos oficiales. Las redes de la inmoralidad han logrado traspasar todas las instituciones y la honradez ha perdido el lustre del que gozaba apenas hace un tiempo. La inequidad se desarrolla a gran escala y poco o nada podría hacer un bravo ejército de guerreros frente a semejante barbarie.


Pese a todo, aún con la certeza de saber que su titánica tarea no tendrá nunca fin, Lady saca fuerzas de desgano y vuelve a salir cada día para enfrentarse a su manera con la infamia y la injusticia. Si bien sabe que nunca podrá doblegar totalmente a las fuerzas del mal, tiene la profunda convicción que intentarlo es su compromiso, y que sin dudas podrá hacerle a esos infames, mucho más complicada la existencia.



La determinación de combatir el mal pese a lo gigantesco de la empresa es un gesto, de por sí, noble y heroico. El alma que asuma con constancia y sin desánimo ese objetivo de vida, merece por sólo intentarlo, ser considerada ejemplo de dignidad y virtud.

domingo, 28 de septiembre de 2014

Capítulo 46: De su propia naturaleza

A veces Lady piensa que en su naturaleza ha macerado una extraña mezcla de viejos rastros de sensible humanidad, una férrea fuerza de superación espiritual adquirida a través de los siglos  y una pizca indeleble de demoníaca perversidad. Todo ello moldeado con los ancestrales valores de ética y entereza que fue mamando desde pequeña y que sobrevivieron en su interior pese a las grandes adversidades vividas.



Esa sobrehumana condición a la que ha arribado sin proponérselo, colocándola un peldaño por encima de los simples mortales, le ha hecho perder la certeza de saber qué tipo de entidad resulta ser efectivamente a estas alturas y, por consiguiente, qué clase de destino le aguarda.



Alguna vez leyó durante sus años de instrucción con los grandes magos y sabios de la antigüedad, que el destino de ángeles y demonios suele mezclarse con el de los humanos, llegando incluso a reproducirse unos con otros, derivando de esa mixtura seres excepcionales, particularmente complejos, que no responden a las leyes naturales de ninguna especie sino que constituyen en sí mismos una nueva raza, según sea la característica predominante.



Pese a no quererlo considerar, alguna vez la idea de ser una criatura evolucionada a partir de una mezcla no exclusivamente humana cruza por su cabeza. En momentos de mayor depresión e incertidumbre ha llegado a suponer que una parte suya quizás sea efectivamente demoníaca y que esa sea la razón por la que reconoce paladear con placer la oportunidad de dejar aflorar sus impulsos más despiadados.


El hecho que sea la búsqueda de justicia la razón por la que llega a desbordarse no la tranquiliza demasiado. Admite que podría ser algo menos drástica a la hora de ajusticiar a los impíos, pero después, concluye que es la propia bestialidad humana la que le genera tanta ira desatada, por lo que despeja su mente de cuestionamientos vanos y al final retorna, sin culpa ni dudas, a su acostumbrado rol de justiciera solitaria y silenciosa.




Si es humana en mayor o menor medida, seguramente lo confirmará o desmentirá el propio destino llegado el punto en que sea conveniente.

jueves, 25 de septiembre de 2014

Capítulo 45: Método y paradoja

Si bien es un hecho que desde sus inicios como guerrera, aplicando las sabias enseñanzas de maestros y entrenadores, Lady siempre se concentró en poner su fuerza y destreza en favor del bien y la justicia y en defensa de los más desposeídos, jamás ha pretendido ocultar que siente un especial placer en ajusticiar –hasta con sadismo- a quienes resultan ser  indignos de toda consideración y derecho. Su manera de hacer justicia suele ser muy particular y cuestionable, por cierto.


La posibilidad de volcar su contenida ira y violencia sobre quien jamás demostró un signo de caridad o sensibilidad por su prójimo, le otorga la oportunidad de dejar aflorar esa parte oscura de su esencia que desde siglos lucha por mantener firmemente controlada. No está en ella dar cátedra de moralidad o fineza en cuanto a argumentos de legitimidad.


Reconoce que en muchas ocasiones la violencia de los castigos impuestos ha tenido aún más crudeza que las infamias cometidas por aquellos desgraciados. O al menos, han estado a la par. Nunca por debajo. Entiende que su concepto del “ojo por ojo” es aplicable sin cuestionamientos en quienes jamás han sentido remordimientos o piedad por el dolor que a su vez ellos han infringido en otros.


Sabe que para muchos garantistas, para los teóricos, para los pacíficos y generosos de corazón, su criterio de aplicar la justicia por mano propia es inaceptable, y que tampoco es recomendable la forma y el menú de castigos que su capricho suele aplicar a los más corruptos. Ella los comprende. No pretende cambiar ese punto de vista. Al contrario, los valora y los respeta. Los considera muy dignos y elogia –si tiene oportunidad- esa manera de actuar y sentir.


Pero pese a sus acertadas y medidas recomendaciones nada ha logrado hacer –al menos hasta ahora- para reprimir esos impulsos desbordados que siente al enfrentar a las bestias despiadadas con las que se cruza. Mientras los bienintencionados hablan, ella actúa.



Sabe que no es buen ejemplo para recomendar a la hora de definir actitudes civilizadas de conciliación y tolerancia. Acepta que no tiene mucho que aportar a nivel diplomático a la hora de resolver guerras y conflictos. No tiene dudas sobre que su punto fuerte es el lado práctico y entiende que a veces, pese a los valiosos intentos que quizás otros puedan llevar a cabo, se da la paradoja de que su estilo eficaz, drástico y justiciero resulta ser la única manera de poner fin al mal descontrolado.

domingo, 21 de septiembre de 2014

Capítulo 44: Entre las arenas del desconcierto

Cuando la sorpresa de redescubrir el propio pasado trastoca, todo lo vivido, el presente transitado e incluso la posibilidad de un futuro, las certezas más esenciales que nos dan sustento llegan a caer en forma impiadosa e imprevista poniendo a prueba las raíces mismas de nuestra existencia.


Nadie, por más fuerte que se crea puede salir indemne ante semejante cimbronazo. No hay espíritu –por más poderoso y experimentado que sea- que no se vea afectado, que no se sienta estafado y herido por semejante circunstancia. Y dependerá de su propia sensibilidad la manera en que reaccionará ante tal revelación. Duda, incredulidad, rabia, impotencia, angustia, cuestionamientos, pasos previos a la reestructuración de lo que llamamos realidad…cada quien intentará allanar a su manera el camino tendiente a recuperar su equilibrio, su certeza, el dominio de su propia racionalidad.


La revelación del predominante papel que viniera jugando desde sus inicios quien creyera archienemigo, las innumerables intervenciones en su favor, su inadvertida persistencia, el poder que sobre ella fue revelando su presencia solapada a través de los siglos…todo confluía al fin para pensar que algo en su identidad la unía a aquel demonio mucho más íntimamente de lo que creía. Algo que, a la vez que la inquietaba, alimentaba con éxtasis su parte más oscura, aquella veta de su naturaleza que siempre buscó mantener doblegada por temor de dejar salir a la luz algo que no podría después controlar.


Un estremecimiento que creyó no volver a experimentar nunca le atravesó su identidad de pies a cabeza: miedo. Miedo ante la impensada verdad revelada, miedo a la razón por la que su mente había borrado cuidadosamente aquellos recuerdos. Miedo por pensar que alguien o algo pudiera haberla estado manipulando. Miedo por sentirse usada. Miedo por tener que aceptarse vulnerable. Miedo por descubrir la forma en que pudiera al fin cambiar su destino.


Y junto con el miedo, la desconcertante sensación de saberse acompañada pese a lo que hacía tanto tiempo había aceptado. Esa soledad eterna que creía irreversible y a la que –pensaba- estaba condenada, ya no resultaba ser tal. Si aquel demonio, desde algún punto de observación incógnito la había estado acompañando y socorriendo a lo largo de todas sus luchas, sus días de batallas no habían sido tan solitarios como había siempre creído. Alguien la había custodiado. Sin siquiera pretender el crédito por haberlo hecho, todo lo contrario, se había siempre esforzado por borrar los rastros de su presencia, llegando incluso a ser asimilado como enemigo implacable.



Ahora, a la distancia y tras haber develado la verdad de entre las arenas de su memoria, Lady se siente inmersa en lo que surge como un verdadero mar de desconcierto.