Al retornar, ya a la madrugada, luego de sus usuales incursiones justicieras, Lady suele experimental una lánguida melancolía que la envuelve como si avanzara entre nubes.
Quizás la calma que prosigue a la lógica excitación que le provocan sus batallas llega últimamente a distenderla a tal grado que algo parecido al cansancio o a la resignación se apodera de su espíritu centenario mientras sus pasos –algo cansinos- quiebran la soledad de las calles que ya despiertan de su letargo.
Es en esos momentos que su mente se aleja con facilidad de su cuerpo y retorna, rememorando sumisa, algunos pasajes de su casi olvidada historia emotiva. Breves destellos que marcaron su destino y su corazón resurgen de improviso ante el incentivo impensado de algún aroma, algún sonido, algún hecho de apariencia intrascendente que logra motivarla, reapareciendo mil recuerdos con la claridad que creía perdida.
-“Como estas flores marchitas se vuelven la vida, la belleza y lo que los humanos dicen amar. Nada importante permanece, todo caduca, todo llega a su fin”- con insensible resignación alguien alguna vez así le habló, a la vez que le entregara -como prueba inapelable de aquellos lúgubres pensamientos- un ramo deshojado de rosas blancas -aún perfumadas- unidas en lazo por la memoria de lo que había acabado al tiempo de nacer.
Con extraordinaria lucidez llegaron otra vez a sus oídos aquellas palabras prendidas de un abandonado ramo de rosas tirado sobre el empedrado, justo a la entrada de su refugio, hogar secreto en el que habita custodiando celosamente su propio anonimato.
¿Existen las casualidades o es el destino quien a veces se las ingenia para enviarnos precisas señales que nos ponen en jaque hasta nuestras más claras convicciones?
Preciosas imagenes...
ResponderEliminar¿Esa nostalgia no será un poco de remordimiento por quitar lo que no puede volver?
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