Capítulo 19: Al menos una flama de justicia

Cuando el explotador se solaza ante la desesperación de quien pasa a ser su esclavo en ineludible dependencia,

cuando el usurero lleva todas las de ganar frente a quien ha debido comenzar de cero

cuando el especulador se mueve sin temor entre las telarañas de la burocracia que lo protege,

cuando el desempleado se resigna sin remedio ante el mendrugo que le tienden en lugar de un pago digno,

cuando la palabra dada ya no vale nada,

cuando la necesidad juega sucio entre quienes menos tienen,

 cuando la corrupción ocupa el espacio que debería ocupar la decencia,

cuando ser exitoso se mide en función del impudoroso lujo que se exhibe

cuando la desidia termina siendo socia de la mediocridad más aplastante

cuando siempre es el más débil el que sufre las consecuencias del descalabro

 entonces, si no surge desde las entrañas mismas de la sociedad que lo contempla una flama reivindicatoria, quizás asumiéndose como último recurso, la intervención justiciera de una heroína como Lady es más que bienvenida.

No sería lo deseable en un mundo ideal, no sería necesaria si los mecanismos de defensión social funcionaran, pero, cuando no es así, cuando el desconcierto general domina todos los ámbitos, entonces, no es censurable que alguien tan especial como Lady resuelva intervenir… a su manera… a modo de advertencia o castigo para quienes abusan y se aprovechan de sus semejantes.

 Sin dudas no será su apasionada mediación la solución definitiva a todos los problemas, no resultará quizás equilibrado ni democrático su accionar, pero…¡qué bueno es saber que ella está allí, lista para hacer realidad lo que, se sabe, es justo… pero, por nuestras propias debilidades e irresoluciones, tarda en llegar…o, aún peor, nunca llega.