A lo largo de los siglos, sumergida por propia voluntad en la descomunal empresa de combatir el mal y proteger al desamparado, más de una vez Lady se replanteó seriamente su asumido papel de vengadora y justiciera.
Pese a sus continuos y determinados esfuerzos por ponerse al frente de tantas causas justas que merecen ser reivindicadas, ella sigue comprobando –no sin desazón- lo insuficientes que son todos los combates que viene llevando adelante en contra del mal, que desde siempre, encuentra campo fértil en el alma de millares de desquiciados que logran arribar al poder de las sociedades humanas para conducir a sus séquitos hacia la violencia y la destrucción, sin que medie siquiera un rebuscado argumento racional que les de legitimidad.
Sabiéndose sola e inmortal frente a un mundo que no parece aprender de sus errores, ella llega a sentir una profunda angustia existencial y se suele preguntar si vale la pena aún seguir insistiendo en esa titánica empresa de ir abriendo camino para que la humanidad pueda construir un mundo más justo y equitativo.
Habiendo tenido que soportar una y otra vez la pérdida de sus afectos más íntimos y sabiendo que se abre ante sí una camino eterno de soledad y persistencia, en no pocas ocasiones ha sentido insustancial su pretendido aporte y vanas sus constantes batallas.
En más de una oportunidad ha sentido renacer dentro de sí debilidades que creía para siempre dominadas y al verse en el espejo no ha podido dejar de sentir una marcada incertidumbre en cuanto al sentido mismo de su existencia. Luchar contra la peor cara de la naturaleza humana sin que hasta el momento haya logrado marcar una diferencia en los valores de las sucesivas generaciones, la hace sentir algunas veces impotente y vacía. Incomprendida y cansada. Hasta alguna vez ha pensado seriamente en claudicar…
Con la sola compañía incondicional de sus felinos a veces siente que la humanidad no tiene futuro, que no tienen sentido sus insuficientes intentos de hacer justicia. Pretender trastocar la mezquindad humana en algo más cercano al entendimiento se le plantea en esas ocasiones como una tarea imposible y frustrante. Se le antoja como intentar detener un tren que corre cada vez más rápido.
A veces se sumerge en un profundo pozo de silencio sin siquiera ocuparse por encontrar la salida. Pero, por fortuna, quizás por su propia naturaleza cambiante de mujer y por la excepcionalidad de su fortaleza, siempre logra reencontrar nuevamente el sentido en su camino.
Siempre alcanza a reubicarse en el rol en el que ha sido colocada por el destino y consigue –pese a todo- renovarse cuando se topa frente a la posibilidad de acompañar una sonrisa sincera, una mano solidaria o algún sueño compartido.