Desde el punto de vista de quien
contempla la historia de la humanidad reconociendo la paradoja de no sentirse
regida por los vaivenes de la fragilidad colectiva de sus congéneres, Lady
puede abstraerse del condicionamiento emotivo que implica observar la
trayectoria de nuestra especie desde la incómoda situación de quien resulta ser
juez y parte de lo que observa. De ahí que llegue a interpretar con claridad la
absurda actitud humana de pretendida superioridad sobre el resto de los
vivientes.
A lo largo de los siglos de su
evolución se ha topado con muchos ejemplos de dicha estrechez mental, llegando
algunos al límite de considerar a la raza humana como el ombligo del universo,
desde donde todo se centra y en cuya escala todo ha sido diseñado.
En muchos casos esta manera de
pensar no se asume abiertamente, se disimula y se pule para no mostrarla ante
los demás, pero aunque no se la reconozca conscientemente, está latente,
subyaciendo detrás de la filosofía que se esgrime como incuestionable y sobre
la que se ejecuta todo su accionar.
Están los necios que se dicen amantes
de la Naturaleza y en cambio la consideran sólo como un marco patrón en donde
justificar sus propias acciones. No les cabe en su mentalidad el hecho de
apenas ser un minúsculo integrante más de una gigantesca complejidad que escapa
a nuestras mentes y corazones.
Considerando la eternidad del
Todo, la majestuosidad y la inconmensurable escala dentro de la cual todo el
Universo se equilibra y sostiene, Lady sabe que la existencia de la humanidad
es apenas un pequeño e inadvertido incidente dentro del continuo devenir del
ciclo vital de sistemas y planetas.
Así como la Tierra en un momento
determinado surgió, en otro preciso momento, también desaparecerá… y es cuando
se deja llevar por esos pensamientos que la serenidad de Lady entra en crisis,
ya que sabe que su extraordinaria cualidad de ser inmortal –cualidad que halló
sin proponérselo- resulta incompatible con la caducidad propia de todo el resto
de los seres vivientes que habitan este planeta condenado –como todos- un día a
desaparecer.
Lady siente que en ese contexto
su presencia está desubicada, se siente incorrectamente elevada a un sitial de
eternidad que ni quiso ni comprende. Jamás buscó trascender al punto de
eximirse de cruzar el umbral de la muerte. Sin quererlo fue transmutada a una
categoría de existencia que la desprendió de su humanidad inicial y la ha
puesto al filo de lo que su inteligencia ha alcanzado a conocer.
Más allá del tema de la eterna soledad
que la afecta desde hace tiempo, se ha instalado últimamente la inquietud de
una nueva incógnita… ¿será en realidad la eternidad su destino? ¿Será que
simplemente su cuota de vida se ha elevado a un punto que supera al de la
naturaleza humana y por lo tanto un día también morirá? ¿Seguirá por siempre
atada su existencia al destino de un planeta que seguramente en un futuro
colapsará? ¿Tendrá que buscar en ese entonces otro sitio para subsistir? ¿Le
interesará hacerlo?
Esos y tantos otros interrogantes
taladran su cerebro al punto de hacerle más de una vez desconcentrar en su
tarea cotidiana de combatir el mal y la injusticia. Pese a ello, siempre lo
hace bien.
Opino que inmortal es inmortal, no una cualidad que se puede renunciar o perder.
ResponderEliminarProbablemente no sea la única inmortal.
Paree ser que esa cualidad Lady la adquirió luego de intensos ejercicios de meditación y superación espiritual ejercitados por siglos. Nació mortal pero logró superar las barreras del tiempo. Lo que no sabe a ciencia cierta es si vivirá por siempre o si su existencia culminará un día, aún habiendo superado cientos de años.
ResponderEliminar...y además, recordemos, cuenta con una poción que le dio su amiga para poner fin, llegado el caso, a esa inmortalidad que no buscó
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminar