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*todas las ilustraciones han sido editadas a partir de fotos halladas en la red.

*la historia es propiedad de la autora del blog y no puede ser reproducida



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lunes, 16 de mayo de 2011

Capítulo 7: Un enigma entre las sombras




Durante una de tantas incursiones nocturnas poniendo en jaque a algún grupo de desgraciados delincuentes -que encuentran en el asalto a mano a armada no sólo su medio de vida sino además una forma de establecer jerarquías y poder dentro de su mundo marginal- la inefable dama justiciera se entretiene en perfeccionar sus técnicas de amedrentamiento grupal.



Si bien algunas veces actúa por reflejo, otras tantas se esmera en renovar su stock de juegos y castigos.


 Ella es paciente, impasible, cuidadosa, selectiva…muy pocas veces se topa con circunstancias imprevistas que llegan a sorprenderla, a descolocarla en su habitual papel de némesis sigilosa, invisible para quienes no son receptores de sus correctivos o alguna de sus víctimas rescatadas.


Sin dudas fue una sola la ocasión en que Lady se sintió inexplicablemente inquieta y vigilada al punto de desconcentrarse –por breves segundos- en sus rutinas de limpieza delictiva. Aquella vez presintió con claridad que alguien la observaba subrepticiamente entre las sombras. Percibió - única ocasión en cientos de años- que era ella quien estaba siendo evaluada…y como es lógico, eso la intrigó y encendió al máximo el alerta de sus instintos.


Algo de su antiguo mecanismo de defensa despertó del letargo al que fue desterrado luego de haber ingresado al estadio de inmortalidad en el que Lady se ha hallado por siglos. Fue una respuesta irreflexiva, un destello de su antigua vulnerabilidad ya olvidada que resurgió de entre los abismos de su subconsciente.



Luego de culminar con los menesteres que la había convocado aquella noche, no dudó en emprender un nuevo derrotero detrás de quien minutos antes, sin duda alguna, la había estado espiando.



Si bien aquella sombra no se movía con rapidez, se las ingeniaba para deslizarse hábilmente entre pasadizos ocultos en las laberínticas calles de los suburbios. Fue por eso que Lady demoró bastante en ubicarla y conseguir mirarla cara a cara. Pero apenas confrontarla, se sorprendió aún más al descubrir que aquella extraña parecía conocer todo sobre ella.


Se trataba de una anciana delgada y de baja estatura, totalmente encanecida y con marcados achaques producto de la vejez. Nada destacable, más bien se diría una vecina cualquiera de un barrio cualquiera de aquella ciudad caótica. Pero un brillo en su mirada dejaba trasuntar algo muy especial tras aquellos ojos de apariencia mansa y melancólica.



De improviso la anciana se dirigió a ella por su nombre. Aquel primigenio, el de sus orígenes, el que sólo podría nombrar alguien que la hubiera conocido en un pasado muy remoto. Eso terminó por descolocar del todo a nuestra dama y fue entonces que, quien solía destacarse por tener absoluto dominio de sí misma ante cualquier circunstancia, en ese momento no logró articular palabra.



Al ver su desconcierto, la vieja mujer volvió a tomar la iniciativa y la invitó a pasar a la que –dijo- era su casa. Una puerta pesada y bastante despintada delimitaba el hogar de la anciana. Pequeño jardín al frente, paredes blancas, algunas tejas quebradas enmarcando el alero que protegía la entrada. Tras un leve mohín le indicó que la siguiera y con marcada resignación, la inmortal guerrera se trastocó en dócil convidada ante tan enigmática anfitriona.

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